O Fogar

  • 22 enero 2022

Hogar proviene etimológicamente del término latín «focus» de donde viene la palabra fuego. Y en gallego,» fogar», conservando la «f» se parece más al término originario. El fuego ha sido en muchas culturas el nexo de unión de comunidades y familias. El culto al fuego era uno de los primeros y más importantes de los antepasados de griegos y latinos. En cada casa había literalmente una hoguera; un brasero, una llama viva que era presencia sagrada. Solía estar en el centro, en la entrada de cada vivienda, probablemente signo de pureza, vida, protección…Las familias indoeuropeas por razones tradicionales y por necesidad física de luz y calor, se congregaban en torno a él.

En Galicia, en muchas casas, nuestros padres y abuelos se han criado alrederor del fuego, siendo éste testigo de muchas historias narradas, secretos, y vivencias. Y comunitariamente también se conservan aún muchas fiestas populares en las que el fuego es el protagonista, comiendo, bebiendo, cantando y danzando en su compañía.

De ahí la denominación de hogar, fogar en gallego, al lugar familiar, seguro, donde las personas pueden recibir esa paz que lo irradia.

Desde un espacio físico podemos irnos a un espacio más interno, equiparando el hogar a ese lugar interno en el que una persona se siente dichosa, segura, y en paz.

Y no es fácil llegar al segundo sin haber sentido en plenitud el primero. Y no es fácil sentirse en el hogar familiar completo después de estar durante nueve meses sostenido, protegido y fusionado con mamá. Porque es ahí, donde en el plano físico sentimos la mayor conexión y seguridad.

Paso previo a encarnar en la tierra estamos en un lugar en el que no estamos nunca solos. Fluyendo en las aguas amnióticas nos sentimos unidos al todo, no hay separación, sólo conexión….ahí tenemos todo lo que necesitamos,no experimentando carencias, pues la naturaleza se encarga en todo momento de cubrir nuestras necesidades físicas. Es cuando salimos al mundo cuando la temperatura se desajusta y la sed y el hambre física y emocional empiezan a emerger. A partir de ahí empieza nuestra aventura como ser humano, porque dependemos durante varios años de nuestra familia para poder sobrevivir, y en esa aventura surgen experiencias de vacíos, injusticias, déficits, carencias, abandonos, maltratos… El hogar familiar, el lugar donde deberíamos sentirnos en todo momento protegidos, seguros y amados, debido a múltiples circunstancias no cumple las expectativas, y como niños vamos surfeando situaciones, que poco a poco van forjando nuestra personalidad. Con el tiempo tenemos como referencia lo único que conocemos. Así, en nuestra vida adulta se nos hace muy complejo llegar a ese hogar interno seguro porque cuando conectamos con él salen los fantasmas del pasado; los miedos, las inseguridades, las angustias…vinculadas a nuestro hogar de la infancia.

En ocasiones, desde el anhelo de volver a esa fusión con el todo, vamos enfrentando esos fantasmas y trascendiéndolos para finalmente llegar a un estado maduro de consciencia en el que percibimos nuestro cuerpo como sostén y nuestra alma como guía, llegando al hogar interno y sintiendo la fusión con el todo. Y es a este hogar, o fogar, al que hago referencia cuando decido poner un nombre a lo que soy, al donde estoy y a lo que hago. Desde O fogar me muestro para que otros también sientan su hogar.

Eva Méndez Rolán