
El retorno de lo femenino a nuestra consciencia es una urgencia que en estos tiempos muchos sentimos. Después de siglos de una cultura patriarcal en la que lo femenino ha quedado anulado, y observando el estado en el que este momento se encuentra nuestra hogar, la tierra, es estrictamente necesario volver al origen y retomar ambas energías . Cuando hablo de lo femenino no me refiero a la mujer si no a esa parte femenina que tanto hombres como mujeres tenemos, porque no cabe duda de que somos la unión de dos fuerzas que juntas se complementan, y que para cualquier acto creativo estas fuerzas, en un mismo ser o fusionándose se necesitan. Así,en su máxima expresión, lo femenino es el canal del amor, y lo masculino es la manifestación del amor en acción, conformando juntos la expresión del amor en toda su esencia.
Para entender el punto en el que estamos es importante rescatar de la antigüedad la visión que en culturas prehistóricas tenían de la creación. Remontándonos a la antigua edad de piedra, la deidad que se adoraba era femenina. Se consideraba esta deidad como origen de todo, siendo ella donde se gestaba la vida. En el paleolítico la madre era un gran misterio y esta representación tenía un vientre gestante. Y en el neolítico esta deidad femenina dá un paso más y se ve como la creadora del cielo, de la tierra y de las aguas. Aparece bajo tres aspectos, la joven, la madre dando a luz y la anciana, y a su vez se aprecia la deidad masculina como hijo y en actitud de servicio. Estas sociedades estaban centradas en la creatividad, y la sexualidad se concebía como un punto creativo que se expresaba en lo femenino, considerando la mujer como sagrada , honrando tanto lo femenino como lo masculino. Es pues en la historia la energia femenina el primer contacto con la religión, eso que religa y conecta al ser humano con el gran misterio. La conexión de la mujer con la luna a través del ciclo menstrual, con la ciclicidad, marcaba la pauta para el quehacer de los pueblos. Una prueba de ello que reflejan esculturas de la época es la referencia del útero como cáliz sagrado entre lo visible y lo no visible. En estas culturas no había registro de guerras , pues eran sociedades pacíficas. Se honraba al femenino porque tanto hombres como mujeres venían de la madre. Es ya en la edad de bronce cuando se empieza a ver la figura masculina no sólo como hijo si no también como amante . Poco a poco, cuando los puebos dejan de ser nómadas y se juntan por comunidades, comienza un nuevo ciclo con el inicio de las armas, que conlleva que el contacto con la naturaleza empiece a ser desplazado, estableciéndose un nuevo orden, generando miedo a la muerte y haciendo rituales de sacrificio como ofrenda a las deidades. La gran madre va asumiendo gradualmente dos funciones separadas, la vida y la muerte, las dualidades en oposición, la luz y la oscuridad . En la edad de hierro el proceso de transferencia del carácter luminoso de la diosa madre pasa al dios padre y este pasa a ser el supremo, el único, algo que más adelante, con las religiones patriarcales se define claramente. Se habla de un Dios transcendente, alejado de la naturaleza y justiciero.
Sintetizando podemos apreciar que en la antigúedad existieron dos modelos de sociedad, el pacífico y solidario, que adoraba a la diosa madre y el bélico, dominador como la civilización del Dios padre. En este segundo los valores femeninos fueron relegados y sometidos. Y de esta forma, en el transcurso de la historia pasamos de honrar al misterio a honrar a quién estudiaba el misterio. Además, podemos ir viendo poco a poco como se nos invita a vivir constantemente en el crecimiento, en lo que representa la energía masculina, en la acción ( el fuego) y el pensamiento (el aire,) despojándonos de nuestra propia naturaleza, la naturaleza cíclica que la mujer simboliza, las cuatro lunas, las cuatro estaciones… Culturalmente se va olvidando que es en la oscuridad de la cueva donde somos concebidos y es con el elemento agua, propiamente femenino donde se origina la vida. Cuando en nuestra cultura, con el nacimiento de las religiones patriarcales se impone la virginidad como castidad sexual se domestica a la mujer y por extensión se domestica la vida. El elemento tierra, el cuerpo, pasa a ser visto como pacaminoso y lo que es instintivo y sagrado en sí mismo se desvirtualiza, invitándonos a alejarnos de nuestra naturaleza y de la Naturaleza. En la medida en que la mujer ya no es dueña de su sexualidad pasa a ser posesión del hombre y este se puede permitir violarla, al igual que se permite la violación a la gran Madre, la Tierra. Sólo ciertos atributos femeninos son vistos como buenos y al propio hombre no se le permite desarrollar la energía femenina dejándolo huérfano en relación a la madre. Además, con la desaparición de la deidad femenina, la mujer, que antes era sacerdotisa y sanadora deja de ser reconocida como candidata al proceso iniciátco y la espiritualidad pasa a ser patrimonio de los varones. Se desvalorizan las experiencias espirituales de las mujeres, y poco a poco las mujeres van olvidando sus poderes y valores femeninos.
En referencia a la espiritualidad es importante aclarar que las experiencias iniciáticas de los hombres y mujeres son diferentes. El hombre vive su realización humana y espiritual dirigiendo su búsqueda en lo que está más allá, va hacia arriba y hacia afuera, busca la transcendencia. La mujer vive su su realización humana y espriritual desde los planos internos, dirige su energía hacia abajo y hacia dentro , lo que se denomina inmanencia. Pone el acento en la fuerza creadora y manifestadora. Así, las fuerzas evolutivas que mueven la existencia son dos,una se mueve hacia la materia y la otra hacia el espíritu. De la espiritualidad hacia la trascendencia (visión masculina) surge la corriente liberadora, corriente que conecta la materia con el espíritu, desarrollando la consciencia infinita. Y de la espiritualidad hacia la inmanencia (visión femenina) surge la corriente manifestadora, corriente que conecta el espíritu con la materia, desarrollando la consciencia encarnada. Desde la espiritualidad las dos corrientes y visiones son importantes y necesarias, forman parte del proceso creativo y de la dualidad. Como seres humanos completos que somos hemos de mirar pues hacia lo trascendente pero honrando lo inmanente, pues todo lo creado es sagrado
Actualmente el modelo masculino está dando un giro y se está ya científicamente integrando el modelo neolítico, pasando de la diosa neolítica a la diosa madre, llamando a la materia oscura como una gran matriz cósmica, matriz creadora del Universo. Vemos como el modelo patriarcal está caducando porque la forma en la que en los últimos siglos nos han programado está destruyéndonos. Comenzamos a vislumbrar la necesidad de una civilización en la que ya no haya superioridad de lo masculino si no que se abrace lo masculino y lo femenino. Actualmente venimos de una era de proceso de contracción y vamos hacia una era de proceso de expansión de consciencia. Venimos del «yo creo», como fe, donde se crearon los dogmas y estamos entrando en la era del» yo sé», el gran desarrollo de la consciencia. Y para ello es necesario reconciliar lo femenino bien visto hasta el momento con lo femenino no aceptado, además de equilibrar lo femenino con los masculino. Es muy importante hacerse consciente que la manera en como hemos tratado a la diosa hemos tratado a la tierra y en el momento en que se colonizó a la tierra también se colonizó a lo femenino. Estamos en momentos decisivos en los que la tierra clama que rescatemos el sagrado feminino para que junto con el sagrado masculino seamos cocreadores de una nueva realidad en la que no exista separación entre el cielo y la Tierra. Es sumamente necesario volver a honrar la tierra como fuente de vida y a lo femenino como fuente creadora de manifestación del ser porque es inviable una sanación total sin que a nivel colectivo e individual nos hagamos cargo de ello.
Y como terapeuta mi visión sanadora parte de ahí. El poder entender los ciclos de nuestra vida, la necesidad de bajar a las profundidades de nuestras aguas y ser capaz de caminar sobre ellas para reconciliarnos con la sombra, y el aceptar nuestro cuerpo al igual que la Tierra como el paraíso de nuestro ser, como vehículo sagrado que nos enraiza a la vida es crucial. Hemos subido mucho a la cabeza y nos hemos olvidado del instinto,nos hemos ido al intelecto olvidándonos del sentir, nos hemos dejado llevar por los tiempos desincronizándonos de nuestros ritmos… Gran parte de las enfermedades actuales nos están recordando constantemente que ha llegado el momento de volver a coger el timón y marcar el rumbo de nuevo uniendo lo femenino a lo masculino, la oscuridad a la luz, el sentir al hacer, y sólo desde ahí podremos realmente SER.
Eva Méndez Rolán